Vi a la muerta en la mesa y me impactó. No es que fuera yo muy chica
para verlo, pero en definitiva era muy bella para haberse muerto.
Creo que lo que más me impactó fue la niña que espiaba por la ventana.
Recuerdo que tenía unos 12 años y la película “ La Casa de los
Espíritus” se atravesó en un canal de la televisión. Vi la película de
principio a fin fascinada por ver como se movía la mesa de tres patas,
como se llevaba a cabo una revolución y cómo al final, se contaba una
historia de amor.
Años más tarde compré el libro. Recordaba que la historia me había
cautivado en la tele pero no la recordaba muy bien. Con la primera
hoja hablando de Barrabás, el perro, paso por mi mente que el libro
estaría muy aburrido, pero afortunadamente me equivoqué.
Hoja a hoja pude saborear el Chile de aquellos años con sus calles
empedradas, con los niños jugando, con el abuelo mandón que después
fue violador, con la niña callada, con la revolución en todo su
explendor.
Así fue como Isabel Allende, me cautivó y empezó mi travesía en cada
uno de sus libros. Sus memorias, novelas, cuentos, todo… me ha llevado
a grandes enseñanzas de vida. Desde la fantasía hasta la realidad, de
la risa al dolor más profundo, de los muertos y los vivos, de los
amores intensos, de la lucha por los ideales, de las vidas que
empiezan cuando otras acaban, de la caridad que merece el alma.
Escritora, chilena, madre, abuela y mujer enamorada. Isabel Allende
me inspira por compartir sin tapujos su historia con el mundo.
Maleta para tres días
Maleta para 3 días no es más que la proyección de historias personales y ajenas, con y sin permiso, con lágrimas y reflexiones. Historias de las personas maravillosas que me rodean, de temas cotidianos que a todos en algún momento nos hace falta conocer para saber que no estamos solos en este drama que llamamos vida.
miércoles, 9 de diciembre de 2015
lunes, 1 de diciembre de 2014
Relación Paralela
Aprovechando que a ésta, mi vida, le gusta ponerme a prueba en distintos
escenarios, les platicaré de la experiencia más reciente que me ha apachurrado
el corazón.
Resulta que hace unos días recibí una propuesta indecorosa
para tener una "relación paralela", con un alguien que evidentemente
tiene novia cuasi esposa. ¿Qué, qué? Me
quedé paralizada. ¿En qué momento? ¿Qué le hacía pensar a Don Fulanasio que yo quería ser su “paralelismo"?
Después de pensar en la situación que atravieso, en las
tristezas y en las carajadas que me han pasado en los últimos tres meses ( ex
novios que regresan con una bandera de amor incondicional pero que siguen
haciendo sus chingaderas y demás) di la
mejor respuesta que pude. Contesté con
cortesía que me sentía halagada, un
tanto curiosa pero que ni el corazón ni el cuerpo me daban para ser la “paralela”. Que el costo emocional a pagar es muy alto y
que yo soy rebruta para manejar esas cosas, no puedo tener objetos sexuales en
mi vida porque siempre me termino enamorando ( a las pruebas me remito).
Entonces Fulanasio sacó una frase de Juan Querendón como
para lincharlo y quemarlo vivo que decía más o menos así: “ Si pudiera multiplicarme andaría contigo,
pero como la vida no es perfecta, pues no puedo” ¿Neta? ¿A ese grado de cinismo
llegamos en estos días? La declaración implícita de un “ Nomás te quería pa mis
ratos libres…” No pos a toda madre… no le pierde.
En el momento por supuesto que me sentí aliviada…orgullosa.
Y como no, después de toda una vida de estar aceptando las migajas de cariño,
tiempo y atención de las personas, al
fin pude decir te lo agradezco pero no, no quiero ni puedo. Bravo por mi en la
representación de todas las mujeres del mundo mundial… victoriosa salí de una
proposición indecorosa de un alguien que no me es del todo indiferente.
Pero después...se me
apachurró el corazón, sentí una tristeza gigantesca… y es que ¿En qué momento
me vuelvo sólo objeto para las personas? ¿En qué momento les atraviesa por la
mente que puedo ser un buen rato?
Cómo no tenía una respuesta, la busqué en alguien que tuviera
un esquema de pensamiento similar: otro hombre. Si bien, no fue la que yo esperaba, me dejó muy claro
que la simpleza del cerebro masculino y
su limitada capacidad para asumir la consecuencia de sus actos, harán que
hombres así desfilen por mi vida en los próximos años.
Mi cuasi cuate me explicaba que el acto de pedir un “paralelismo”
era similar al de un albañil gritando un piropo a media calle, el impulso vil
de un alguien que reconoce que eres o tienes algún atractivo que desea. Punto,
no hay más. La lección “aprende a vivir con eso”. ¡Zas! “No te ofendas ni te claves en el asunto y
dale vuelta a la hoja”. Lo que él no sabe es que en realidad no me ofendió, me
dolió.
Sin embargo, supongo yo que tiene razón, y es que Don
Fulanasio omitió un pequeño gran detalle: nunca se
detuvo a preguntar qué era lo que yo quería en la vida, simplemente asumió que yo iba a querer ser
eso que no quiero, lo cual confirma que únicamente se centró en sus deseos así…
como animalito.
En fin, asumo la
responsabilidad que me toca en el caso por salir a comer más de una vez con Don
Fulanasio, que si algo le debo reconocer, es que su negras intenciones las dejó al descubierto en todo momento. Así que, ¿pa que nos hacemos?, mejor cierro
la puerta y desocupo mi tiempo, espacio y cariño para quien lo quiera de tiempo
completo y no en sus ratos libres.
viernes, 28 de noviembre de 2014
Confesiones de frío I
Sí, hay días en donde me pregunto qué estarás haciendo, si tienes frío, ya comiste o duermes
calientito. Yo por ejemplo, intento dormir con un frío que cala los huesos. Todos
los días me meto a la cama con la esperanza de que las sábanas me reciban con
una sensación cálida. Bah, es al
contrario, parecieran un congelador, un
recordatorio de tu ausencia…del no se pudo.
Entonces me acuerdo de mi lugar favorito en el mundo, que
por mucho, siguen siendo tus brazos y tu cuello. Cierro los ojos e intento
imaginar cómo era estar ahí, cómo podría
perderme y cómo la sensación de que todo podría desaparecer era real.
Aun así, sigo pensando que tomé la mejor decisión…que lo
nuestro no llegaría a ningún lado. Sólo
a veces fantaseo con que un día llegarás y empezaremos con una nueva historia.
Un tú completo con una yo completa… sin carencias, sin miedos, sin estar
perdidos.
Otros días se me apachurra el corazón, no sé si te haya
pasado. Es una sensación en donde el corazón se va haciendo pequeño: se estruja, se encoje y duele. Siente una desolación gigantesca y
desaparece. Entonces mi yo completo se apachurra.
No te miento, hay días más difíciles que otros. En unos la
vida viene y va fácil, sobre todo los días en los que me encuentro más ocupada
o haciendo cosas que hacen feliz a mi corazón, pero hay otros en donde así, de
sopetón, todo se vuelve pesado… sin sentido.
No me acostumbro al frío…no puedo.
viernes, 5 de septiembre de 2014
Andui y yo
Si pudiera definir a Andui,
podría decir que es una mujer multifacética: un día se viste como delegada de la ONU,
organiza un evento con pinchemil personas y da un discurso sobre la situación
Israel- Palestina, al día siguiente puedes encontrarla en la cocina de la casa
de sus amigas haciendo los recuerditos
del baby shower, boda o primera comunión, entre semana está entrenando pole; los sábados está en la maestría, los domingos
juega tocho y en su tiempo libre puede
estar leyendo un libro de esos que enamoran,
en un curso de moda o con su novio.
Es una mujer decidida, inteligente y fuerte, nada la detiene. Cuando Andrea se
propone comerse al mundo, agarra la luna de postre. Ella es la clase de mujer
que hace que el tiempo, el día y el dinero le rindan para cubrir todo lo
necesario. Tiene una agilidad mental
bárbara, puede resolver los problemas del mundo en 10 segundos con ayuda de la
gente que conoce. Es comprometida con
causas nobles , aunque le desespera la gente pendeja (mucho).
Ella y yo hemos vivido tantas cosas juntas, que es difícil
encontrar una que nos defina. Literal
hemos andado por ríos , mares, presas y
montañas en climas cálidos, frios y
lluviosos, pasando por diversas situaciones que han fortalecido nuestra amistad a lo largo ya
de casi 15 años ( si no es que más). Hemos sido confidentes y amigas por muchos
años y nos hemos odiado a muerte por otros cuantos.
A veces pienso que somos iguales en carácter y muy demasiado
diferentes en gustos (afortunadamente).
Ella es una experta de la moda, el glamour y la fiesta, yo soy todo lo contrario, podría vivir en
huaraches todos los días y no tendría problema. Pero si en algo nos parecemos es en decir lo
que pensamos tal cual va, sin filtros, con toda la verdad que nuestro ser puede
pensar. Somos fieles seguidoras de nuestros ideales y fuimos educadas, como
toda esta oleada de mujeres, para dejar huella en nuestros caminos.
Juntas hemos vivido
amores y desamores, nos hemos visto caer, tropezar y así, madreadísimas, nos
hemos ayudado para siempre continuar. Cada
vez que llegaba con ella pidiendo un abrazo, inevitablemente me soltaba un
sermón tamaño cahuama de lo mal que estaba por estar llorando por hombres que
no valían la pena. “ Me choca verte llorando cada dos meses por el mismo hombre
¡Fadua!” y entonces no me quedaba de otra más que secar las lágrimas e irme a
mi casa hecha una piltrafa humana.
Entre las muchas historias que tengo con ella, recuerdo una
en donde un día tuvimos a bien pretender ir a una actividad Scout en San Juan
del Elote. Los chicos de nuestro grupo
ya se habían adelantado y nosotras
salimos después de una de mis últimas presentaciones de Danza alrededor de las
4:00 p.m. El cielo se empezó a cerrar y yo estaba muy preocupada por no manejar
en carretera ya sin luz.
Sin más indicaciones que un mensaje de celular que decía: “te
sigues derecho, das vuelta a la izquierda,
después de dos topes a la derecha, pasas la casa del árbol y el monumento,
buscas la calle principal y ya llegaste a San Juan del Elote” nos fuimos
derechito a la aventura. El camino fue
agradable, inclusive la carretera libre. En menos de dos horas y con muy poca
luz llegamos a la calle principal de
nuestro destino, la cual por cierto no tenía señal para hablar por teléfono.
A pesar de haber llegado bien y rápido, ya estando en el
micro pueblo, no pudimos encontrar a
nuestros compañeros. Se hacía tarde, obscurecía y no llevábamos mucho dinero
que digamos. A lo lejos ( es decir, como
a 10 metros), vimos una camioneta pick
up con torreta. Se nos hizo facilísimo
preguntarle si no había visto a una bola de hombres medio feos vestidos de ñoños.
El policía, muy amable por cierto, nos dijo que le parecía
haberlos visto en el río y nos dijo que si queríamos nos podía llevar con
ellos. Nosotras, brutas en toda nuestra
extensión, le dijimos que sí. Total, ¿qué
podía pasar? ¿era un policía no?
Nos pidió subir a la camioneta. Yo iba en medio y Andrea iba
pegada a la puerta, poco a poco avanzó y
fue desapareciendo la luz, las pocas casas, la gente… nos adentramos en un
camino que evidentemente estaba
completamente obscuro.
El policía muy amable comenzó a hacernos la plática:
-¿De dónde vienen?-
Del DF, le contestamos.
-Ah miren, y ¿alguien sabe que están aquí? -
Andui y yo nos volteamos a ver con cara de “este hombre hace
preguntas raras”.
-Claro, nuestros papás y amigos-
Contestamos, con todas las ganas de decir todos, hasta el Papa, la comunidad científica y nuestros
peores enemigos saben que estamos aquí.
-Miren, que bueno.¿ Entonces en caso de emergencia a quien
le tenemos que avisar?-
Zas! Nos vimos con cara de “ya valimos madres”. En ese momento nos imaginé a orillas del rio
moribundas y Andrea empezó a buscar la forma de poder abrir la puerta de la
camioneta.
-Nuestros amigos están aquí, ellos podrán avisar a nuestros
familiares-
Dijimos ya con voz
temblorosa. Yo miraba a Andrea con
ojitos de pánico y ella me regresaba la miraba diciéndome que estábamos fritas,
no había forma de abrir la camioneta por dentro, no tenía la manija.
-De hecho, no creemos que estén en el río, que le parece si
mejor nos regresamos. No se ve nada.-
Le dije con la esperanza de que diera vuelta en ese preciso
instante y nos dejara en donde se encontraba mi hermoso chevy.
Fue cuando detuvo la camioneta, se bajó y dejó subir en la parte de atrás a otros dos
tipos que iban con una linterna.
Muertas, violadas y cuasi mutiladas nos vimos por haber tomado la peor decisión de nuestras vidas.
Estábamos no asustadas, lo que le seguía. Andrea me siguió diciendo que no
había manera de abrir para salir corriendo como locas despavoridas. ¿En
qué momento se nos había ocurrido subirnos a esa camioneta? Teníamos que romper
la puerta.
El tipo regresó y se subió.
-Oiga, de veras, mejor nos regresamos, acá abajo no hay
nadie- le dije con mi mejor tono de
convencimiento.
-No mire, yo los vi más abajo, ahí deben estar- siguió diciendo.
Ya para ese punto Andui y yo estábamos al borde de la
lágrima. Avanzamos unos 30 metros más
abajo y se detuvo. Los tipos de atrás siguieron su camino a pie. El policía se
bajó de nuevo e hizo como que buscaba a
nuestros amigos en donde era evidente no había nadie.
Minutos después se subió de nuevo a la camioneta y nos dijo
que sería mejor regresar. Entre un
alivio que no era alivio, dio la vuelta.
Nosotras ya veníamos rezando el padre nuestro en español, latín y hasta
arameo, cuando de repente nos topamos con un automóvil de frente. ¡Eran ellos, los niños del clan, estábamos a salvo!
De carro a carro les hicimos señas como desesperadas. Ellos muy
amables, se emparejaron, nos vieron y preguntaron ¿Qué hacen ahí?. Para este punto, literal puedes matar a
alguien con una pregunta de ese calibre.
¿Qué que hacemos ahí? Pues buscándolos, ¿ qué otra chingada cosa se
puede hacer un viernes a las 9 de la noche en San Juan del Elote!!?
Quisimos bajar de la camioneta pero los muchachos, ellos tan
amables nomás nos gritaron:
-¡Qué bueno que llegaron, nos vemos en la casa!- Se arrancaron y se fueron.
Nosotras nos quedamos incrédulas en la camioneta. El policía tampoco podía creer lo que acaba
de presenciar. Se fueron, nos dejaron en
shock. El policía entró de nuevo al
pueblo y nos dejó en mi automóvil. Muy
amablemente nos abrió la puerta y nos dio una recomendación:
-Tengan cuidado, aquí después de las 10 de la noche ya es
peligroso- A Dio!! Si no nos dice ni nos
damos cuenta.
Nos subimos al auto, intercambiamos impresiones de nuestra
magnífica estupidez y pusimos el auto en marcha para buscar la dichosa
casa. No daré detalles de más, sólo diré
que después de una hora llegamos, asustadas, hambrientas y
reputiencabronadas. Llegamos al mismo
tiempo que los otros chicos y escoltadas por el policía tan “amable” que nos
seguía en su camioneta.
Nos bajamos, Andui
hasta la madre y yo con mis ojos de pistola, quería matarlos a todos. ¿cómo se
les había ocurrido dejarnos ahí con un desconocido? Acto seguido nos pusimos la
guarapeta de nuestras vidas, lloramos, bailamos y tomamos jarabe para la gripa,
que después del chinche susto seguro nos iba a dar.
Afortunadamente no nos pasó, nada… ni Andrea pudo abrir la
puerta, ni el policía nos puso una mano encima, ni corrimos como locas por el
bosque; pero el susto nadie nos lo
quita.
Por razones como esta, mi amistad con Andrea es grande y
fuerte. Podemos ser diametralmente
opuestas en muchas cosas, o nos podemos agarrar del chongo por lo parecidas, pero siempre sabremos que estaremos ahí para
apoyarnos.
Te quiero gorda.
lunes, 11 de agosto de 2014
¿Cuantas veces más son necesarias ?
Eran las tres de la mañana y necesitaba sentirme segura. Atiné en marcarle al flaco y llorar. En realidad no sabía qué hacer, ni como me debería de sentir. Sólo recuerdo estar pasmada, como en otra dimensión, lo vi pasar en cámara lenta.
El flaco no pudo hacer nada por mi, más que escucharme por dos minutos. Me pidió ir a un lugar seguro y tranquilizarme.
A estas alturas no se sí acabé en uno. Solo se que así, en pijama y despeinada, salí corriendo buscando a alguien que me escuchara...
Abrió la puerta mas dormido que despierto ( supongo que es normal cuando pides ayuda a esas horas) Me preparó un te y dejó que hablara.
Le conté de la furia y el enojo, de como vi pasar el puño a un costado de mi cara. De la mano sangrando y del hoyo en la puerta de mi cuarto. Una y otra vez le repetía para confirmarme que esa era la última vez que pasaría, que ya no habría una segunda ocasión.
Él me escuchó hasta que la adrenalina se me acabó y entonces comenzó a hablar. Como es usual en él, me contó una historia y después lanzó una pregunta, de esas que duelen cuando las entiendes: ¿Qué más tendría que pasar para que te dieras cuenta de lo que sucede?
Pasaron todo tipo de imágenes en mi cabeza desde un choque por exceso de velocidad, una pelea, un ojo morado, un brazo roto, gritos, golpes...no pude más que llorar.
No podía creer lo cerca que estuve de la violencia, de convertirme en parte de una estadística. ¿Por qué lo había permitido? ¿Por qué le había abierto la puerta de esa manera a un trato que no merecía?
Caí exhausta y rendida. No quería pensar más, no quería saber que nadie es más responsable de esa violencia que yo.
jueves, 7 de agosto de 2014
Mi novio “el motociclista”.
Me preguntaron por mi novio “el motociclista”.
-Ya no tengo- contesté. Pensando en que en realidad nunca había tenido un novio con una moto.
Y es que es curioso como solitos creamos y vendemos realidades alternas. Es verdad que tuve un novio que vestía y parecía motociclista: tenía playeras y promocionales a morir de Harley Davidson, era súper fanático de la serie Sons of Anarchy, es más, se recitaba completas todas las motocicletas que existían en el mercado. Pero él, nunca tuvo una… al menos en el tiempo que estuvo conmigo.
A veces deseas tanto que pasen cosas en tu vida, que pasas por alto pequeños detalles como éstos, que te hablan más sobre lo que una persona es capaz de hacer o no, por alcanzar lo que en teoría quiere con todo su corazón.
Conocí al motociclista un día de esos donde pa no variar, traía el corazón roto. Había llorado toda la mañana pensando en que de nada había servido recibir tanta terapia si caía de nuevo en los mismos errores. Para mi buena fortuna y para no caer en depresión, era domingo y había partido de tocho.
Recuerdo que llegué con mi cara de pambazo y con un amigo que también traía una pena cargando. El equipo, como era ya costumbre, estaba incompleto y peor aún, nuestro capitán nos había abandonado dejándonos en manos de alguien a quien no le confiaría ni a su propia sombra.
Resulta que nuestro capitán improvisado llevó a un par de amigos ese día, entre ellos a mi querido ex: un morenatzo bastante desarrolladito ( tenía bolas por todos lados), muy perfumadito chaparrito y con una piocha de tres pelos. Me limité a preguntarle su nombre para saber con quién estaba jugando. Recuerdo que fue un partido extraño, porque obvio, no nos parecía que el nuevo entrara a jugar si no era parte del equipo ¿pos que se creía?
Eso no intimidó al muchachito que siguió apareciendo en partidos posteriores con una actitud que a todos nos alivianó. Así fue como empecé a entablar conversaciones, chistes y bromas con el chaparrito sabrosón. Mi prima, que ha sido fiel testigo de todas las pendejadas que he cometido en mi vida, me veía a lo lejos rogándole a Dios no cometiera una estupidez. Sus rezos no funcionaron.
Llegó el 14 de febrero, salimos para tomar unas cervezas, comer cacahuates y hablar de todo y nada. Recuerdo que llegó por mi en un carro no pedorro, lo que le sigue. Ya después me enteré que una Mustang y que era su auto favorito, porque era considerado todo un clásico. Igual, era muy pedorro.
También recuerdo que llegó pelón…ustedes saben, mi debilidad… me mató. No es que el motociclista no motociclista fuera precisamente lo que se dice “bien parecido”, pero eso de estar pelón como me me me. Otra cosa que recuerdo perfecto fue su olor, tiene la maña de siempre andar perjumado por la vida.
Como era de esperarse, después de tanta risa, de unos ojitos por aquí, otros por allá, de platicarnos nuestras penas, salir a bailar y convivir, terminamos siendo “novios”. Nomás por costumbre y no por petición.
Confieso que nunca en mi vida había sentido tanta atracción por alguien, era adicta a todo lo que él representaba: sus besos, su olor, su risa… ay ay ay! Mi lugar favorito era su cuello y estar entre sus brazos. Teníamos una química espectacular, que ojalá hubiera funcionado para todo.
Éramos intensos… demasiado. Así como reíamos también peleábamos. Un día en alguna pelea la puerta de mi cuarto acabó con un hoyo. Lo recuerdo perfecto: discutíamos que no se fuera, el enfurecido lanzó el golpe a la puerta. Vi todo en cámara lenta: su cara de perro rabioso, el puño que pasó a un costado de mi cara y la inmensa incertidumbre de estar en medio de una escena de violencia clara.
Él se fue y yo solo me quedé hecha bolita en mi cuarto pensando en que no sabía en qué momento se había salido todo de control. Eventualmente tuvimos más sucesos catastróficos en donde llegué a conocer mis alcances como vieja loca y fuera de sí. Si señoras y señores, había llegado el hombre capaz de sacar lo más peorísimo de mí en todo su esplendor.
¿Pero qué necesidad? Se preguntarán ustedes. Ninguna, simplemente soy necia e intensa. Como es de esperarse tronamos miles de veces en arranques de histeria y lo peor, es que decidimos regresar no una, sino más de dos veces a la relación intentando que todo funcionara. ¿Y qué creen? Nomás no lo logramos. Diversos motivos, razones y circunstancias, simplemente dos locos intensos no pueden estar juntos, se vuelve caótico.
Dejar a mi novio el no motociclista en definitiva no fue fácil, si por mi hubiera sido seguiría intentando una y otra vez. Cuando lográbamos trabajar en equipo todo era maravilloso: la vida en pareja, la comida, el ejercicio, el trabajo. Lástima que el equipo duraba un mes después de regresar y todo volvía a la normalidad, yo seguía luchando arduamente porque las cosas sucedieran y él, por miedo, comodidad o vayan ustedes a saber, simplemente se sentaba a esperar que las cosas pasaran.
Y así, sentado viendo la tele, seguramente iba a llegar el momento para comprarse una moto, conseguir un trabajo que lo hiciera feliz y perseguir sus sueños. Él sólo deja que la vida lo sorprenda. Yo sigo igual... todo el día corro tratando de lograr todo aquello que me propongo o al menos todo aquello que con toda claridad sé que quiero.
Lo sé, nuestra historia fue el reflejo de una diferencia sutil pero sustancial entre parezco pero no soy y soy pero no parezco.
miércoles, 2 de julio de 2014
Esta vida y sus momentos exactos
Esta vida y sus
momentos exactos, en donde te encuentro en medio de la multitud, en el tope, en los libros, en los pueblos y en los acordes. Todo en un domingo cualquiera cuando no te busco, cuando no te
imagino.
Cruzamos miradas y nos
abandonamos. Actuamos como últimamente nos alcanza, ignorando. Coincidimos como dos desconocidos y así nos
tratamos… nos olvidamos.
La vida se me
revuelve.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)