sábado, 1 de diciembre de 2012

Del amor inocente


Sí ustedes creían que esto de la maleta era una práctica nueva, se equivocan. Antes la maleta de rueditas era un morral hipioso, y antes el que era mi novio, disfrutaba tanto o más que yo emprender nuevas aventuras.

Hace algunos días recordé los viajes que con él realizaba a Temascalcingo, un pueblo entre el Estado de México y Querétaro que está como a dos horas de aquí.

Recordé a los crucíferos en semana santa, cargando cruces gigantescas cubiertos de blanco, la aventura al llegar sin un lugar seguro en donde pasar la noche, la inocencia por conocer a costa de lo que fuera a la gente y sus costumbres y las pinches ganas que por veces se me pierden. Recordé los temores inocentes y las ausencias inexistentes.

Éramos solo dos compartiendo una historia y una cerveza afuera de una gasolinera, abandonados a nuestra suerte. Éramos dos con ganas de comernos al mundo y comernos a nosotros en algún momento de descanso. Dos viviendo un amor puro, descubriendo y compartiendo los sueños que formamos juntos.

Y sí, tal vez con menos drama, más miedo y muchas más historias, vivimos un amor de novela. Yo periodista y el fotógrafo, dos niños tratando de jugar a amarse por siempre.

Pero algo pasó, en algún lugar nos perdimos y nos alejamos. Vivimos y desvivimos, buscamos sin encontrar... pero que pretendíamos encontrar si ya nos teníamos el uno al otro ?





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