lunes, 30 de abril de 2012

Que se acuerde quien me quiera

A veces el problema de los seres humanos es que nos creemos dueños de vidas ajenas porque así nos lo han inculcado. En lugar de entender que cada uno tiene un ciclo y que inevitablemente un día acabará,  nos hacen entender a la muerte como lo peor que puede pasarnos, cuando en realidad es natural. Lo trágico me parece el cómo nos llega, pero debemos entender que es parte de la diversidad de nuestra vida.

Hace algunos días hablaba con una de mis tías sobre la forma en que se celebra la muerte en México. En los pueblos (mágicos y no mágicos) se lleva el cuerpo en el ataúd y se pone en medio de la sala de la casa (que por lo general es muy pequeña).  Se invita a toda la familia y amigos para rezar  y dar el pésame con chocolate caliente, café con canela y piloncillo y pan de dulce.  La gran mayoría de los hombres lleva tequila o algo que les permita llorar sin tapujos culturales ( tu sabes de esta sociedad en donde expresar sentimientos de debilidad es criticado).

Las familias se reúnen. Gente que hace mucho tiempo no se veía se abrazan y besan, y se ponen a recordar viejos tiempos en donde todos eran felices con el difunto y sin él. Entonces el velorio se vuelve un motivo de alegría, al evocar momentos felices para todos. En algunos momentos de flaqueza, no falta quien llore, sobre todo las viudas, porque los hijos están tan ocupados atendiendo gente que ni tiempo de llorar tienen.

Justo cuando las personas se transportan a los puntos de felicidad, es cuando honrar la memoria de alguien toma sentido, y  lo hace porque recordamos lo que representó en nuestra vida: sus enseñanzas, sus tristezas y triunfos.  Volvemos a un ser inmortal cuando le otorgamos el reconocimiento de haber trascendido. 

En las ciudades la única diferencia es que al difunto lo velan en una sala o en alguna funeraria, pero la convivencia no falta. Yo siempre he dicho que cuando muera quiero que me pongan en algún lugar cómodo en donde todos puedan convivir, tomar chocolate, café y un buen pan de dulce( que créeme en esos momentos aliviana las penas). Que la gente se sienta cómoda y alegre para platicar lo que vivimos y lo que nos faltó vivir, que platique de sueños y loqueras que siempre hicimos o que planeamos. Que recuerden que en el momento que estuvimos juntos fuimos felices y que los amé con todo el corazón.  Tal vez me atreva a dejar un audio para que lo escuchen de mi propia voz jajaja ( tal vez a alguien le den pesadillas).

En fin, con todo y mis argumentos amorosos de la muerte , mi tía  decía que su marido lo consideraba  una falta de respeto porque a los muertos debemos llorarles. Que a ellos, cuando mueran,  ni les lloremos, ni les hagamos fiesta. El punto es que…lo que cada quien quiera hacer con sus memorias no es de su incumbencia. Mis muertos y sus memorias conmigo se quedarán y con gusto los recordaré cuando así lo amerite la ocasión.

miércoles, 11 de abril de 2012

Maleta para tres días

Hace no mucho me enfrasqué en una relación corta con un hombre 10 años mayor que yo.  Todos los fines de semana, por así convenir a nuestros intereses,  me quedaba en su departamento para intentar convivir en una relación  de “pareja”.
Cada viernes,  llegaba a mi casa agarraba mi maleta  y metía ropa para tres días.  Al principio me emocionaba, pero una vez que pasó el tiempo me di cuenta de lo mucho que odiaba hacer maleta pues representaba la inestabilidad, la búsqueda inconclusa y la comodidad de quien todo recibe sin dar algo a cambio. 
Ahora que hago maleta para 3 días, procuro que sea para conocer nuevos mundos, culturas, personas y presentes, que den un nuevo significado  y aprendizaje en mi vida. 
Bienvenidos